La propiedad comunitaria de la tierra no es un invento político circunstancial sino una demanda histórica permanente del movimiento indígena y campesino boliviano, cuyo objetivo central es proteger a las comunidades de la presión desigual del mercado global, afirmó Alejandro Almaraz, exviceministro de Tierras, durante su participación en el Foro Tierra, Territorio y Medio Ambiente que se desarrolla en Santa Cruz.

Almaraz, quien fue una de las figuras clave en la implementación de la reconducción comunitaria de la reforma agraria, defendió con vehemencia el marco normativo que protege a las tierras comunitarias, que las declara inembargables, inalienables, indivisibles, irreversibles e imprescriptibles. "Lo que se quiere evitar es que, en una relación desigual, individualizados los comunarios y por lo tanto débiles, vulnerables, aquejados por múltiples necesidades, tengan que vender su tierra ante alguien que tiene mucha más fuerza contractual y capacidad de presión", explicó.
El expositor recordó que estas demandas no surgieron con la Ley INRA ni con la Ley de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria, sino que tienen raíces históricas profundas. Sus declaraciones surgen en respuesta al anuncio que hizo el candidato a la presidencia Jorge Tuto Quiroga, uno de los contendientes a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, quien públicamente afirmó que si es elegido presidente, “la tierra va a ser titulada individualmente, ya no más comunitaria. Lo que es de todos no es de nadie”.
Una de las revelaciones más significativas de su exposición fue el dato sobre la integración voluntaria de títulos individuales al régimen comunitario. "Cientos de miles de indígenas y campesinos bolivianos han integrado voluntariamente sus títulos individuales a títulos comunitarios. ¿Cuál es una de las razones principales de eso? Precisamente la preocupación por sus espacios individuales, porque es su comunidad la que va a ser capaz de hacerles respetar esa parcela que él trabaja y de la que vive su familia", afirmó.
Almaraz fue especialmente crítico con la confianza en las instituciones estatales. "Yo que ellos tendría que estar loco absolutamente para confiar más en el Estado boliviano que en mi comunidad. Por supuesto que yo también confiaría más en mi comunidad que en un juez agrario, que un funcionario del INRA, que un subprefecto, que un alcalde, muy probablemente a la luz de la realidad, todos ladrones, exaccionadores, saca plata con uno y otro motivo", señaló sin ambages.
También desmintió categóricamente varios mitos sobre las limitaciones de la propiedad comunitaria. Sobre la supuesta imposibilidad de heredar, fue tajante: "Absolutamente falso. Esos espacios individuales y familiares dentro de los territorios y de las tierras por supuesto que se transmiten a las siguientes generaciones".
En cuanto al desarrollo económico, citó ejemplos concretos: "El rubro de exportación no tradicional estrella en este país, el de mayor potencialidad, el que combina la cualidad económica con la ambiental que es la quinua, se produce en propiedades comunitarias en su mayor parte, a partir de iniciativas comunitarias y también individuales". También mencionó casos exitosos de agroturismo como el proyecto Chalalán en el Norte de La Paz y la experiencia de los guaraníes de Caraparicito que "se compraron un tractor flamante con el fruto de solamente el primer año de su producción de maíz, cuando dejaron de ser peones para pasar a ser propietarios de su territorio".
Por otro lado, Almaraz destacó dos beneficios fundamentales de la propiedad comunitaria para la sociedad boliviana y mundial. Primero, la conservación de los recursos naturales: "Yo desafío a cualquiera a que me muestre áreas de propiedad privada mejor conservadas que los territorios indígenas, no las hay ni en este país ni en el resto del mundo", afirmó, citando como evidencia las imágenes satelitales de alta resolución.
Segundo, la solidaridad como modelo social. "Los territorios representan solidaridad, que es la única esperanza que tenemos como bolivianos y como seres humanos. El que trabaja menos no se queda nunca abandonado, no se muere de hambre, no es olvidado por su gente, sino que es amparado. Eso es el territorio indígena, es amparo, es solidaridad y por lo tanto es una esperanza para toda la humanidad", concluyó.
El experto también advirtió sobre prácticas que ponen en riesgo los territorios, como el alquiler de tierras comunitarias por parte de algunos dirigentes, lo cual "da argumentos para que sus enemigos digan que esto es para el lucro de los dirigentes. Eso no es justo".