La agricultura amazónica mantiene una alta dependencia del chaqueo con fuego, una realidad que debe ser reconocida en cualquier debate sobre el futuro de los bosques. Sin embargo, ese fuego, útil y legítimo, ya no siempre es un aliado de los agricultores, por lo que debe repensarse su uso. Esa es la conclusión a la que llegó Irene Mamani, investigadora de la Fundación TIERRA, durante la presentación del libro Entre la quema tradicional y el fuego prohibido. Voces de la Amazonía, que se realizó ayer en la ciudad de La Paz.

“La Amazonía sin fuego no puede desarrollarse; las alternativas todavía no están funcionando. Hoy, los cultivos de primera necesidad como arroz, maíz o yuca siguen dependiendo del fuego. Por eso existe una Amazonía que requiere este fuego pequeño, tradicional, de la mano del sector campesino e indígena (…). En un contexto de presiones económicas, ganadería creciente y cambio climático, el fuego está tomando rumbos perversos. Ya no es el agricultor quien domina el fuego, sino el fuego el que amenaza con dominar al agricultor. Y eso tenemos que reconocerlo”, manifestó.
La investigadora subrayó que el país necesita renovar sus enfoques sobre los incendios forestales y el chaqueo con fuego, planteando políticas públicas que partan de las voces de las comunidades y no se limiten a prohibiciones. “Estamos a tiempo de incluir en nuestras directrices nuevas formas de encarar este desafío. La Bolivia rural no puede abandonar el fuego de un día para otro, pero sí puede avanzar hacia alternativas que reduzcan esta dependencia antes de que se convierta en una amenaza irreversible”, añadió.
El documento fue elaborado con el apoyo de Welthungerhilfe (WHH) y ofrece un análisis detallado sobre cómo las quemas agropecuarias tradicionales se han visto superadas por incendios cada vez más extensos e incontrolables. Los megaincendios ya no solo se concentran en las sabanas, sino que se abren paso hacia los bosques húmedos, desafiando incluso la alta humedad del trópico.
Mamani recordó que el llamado “fuego campesino-indígena” no es aleatorio ni masivo, sino parte de una gestión comunitaria con normas internas y conocimientos acumulados a lo largo de generaciones. “No queremos idealizar ni criminalizar el fuego, sino reconocer su complejidad. Las comunidades ya plantean soluciones: planificación colectiva de los chaqueos, controles comunales más estrictos y sanciones para quienes provoquen descontrol”, explicó.
La investigadora precisó, además, que el debate de fondo no es únicamente técnico, sino político y social: el país debe decidir si continúa expandiendo una frontera agrícola caótica o si apuesta por un modelo de desarrollo que reconozca la voz de campesinos e indígenas. “La Amazonía está en una etapa crucial, y el tipo de desarrollo que definamos ahora tendrá consecuencias irreversibles”, enfatizó.
El evento contó con la participación más de un centenar de personas entre estudiantes universitarios, profesionales de distintas áreas, académicos independientes y representantes de la sociedad civil, representantes indígenas y campesinos, permitiendo que las reflexiones en torno al uso del fuego en la Amazonía paceña se abordaran desde diversas perspectivas.
El Director Ejecutivo de la Fundación TIERRA, Juan Pablo Chumacero contextualizó el problema del fuego en el norte de La Paz destacando la importancia de no generalizar las realidades rurales. Explicó que existen usos diferenciados del fuego: mientras algunos sectores amplían la frontera agrícola con fines comerciales, las familias campesinas e indígenas lo utilizan de manera racional para sostener su vida agrícola.
“Es importante discriminar y entender que hay diferencias y que estas diferencias son esenciales para poder luego pensar en propuestas, en políticas que no generalicen, que más bien se adecúen a las distintas realidades, porque hay gente que vive del bosque y de la agricultura y que puede estar haciendo un uso racional del fuego”.
Chumacero destacó que el informe sobre incendios en el norte de La Paz no se limita a mapas y cifras, sino que recoge las percepciones y testimonios de las comunidades que viven del bosque y la agricultura, y busca dar otra mirada al tema del fuego y aportar elementos útiles para el debate de políticas públicas.
A su turno, Francisco Vargas, comunario de San Felipe (Ixiamas), relató en primera persona cómo el fuego tradicional ha sido parte de la vida campesina amazónica: desmontar y quemar pequeñas áreas —media hectárea, una hectárea— para cultivar arroz, plátano y maíz. Recalcó que esta práctica era cultural, transmitida de generación en generación, y que se realizaba con responsabilidad, con brechas de seguridad y coordinación entre vecinos.
Explicó que, aunque las comunidades han recibido talleres de manejo de fuego y han practicado quemas controladas, son injustamente señaladas como responsables de los grandes incendios, cuando en realidad éstos provienen en mayor medida de desmontes a gran escala y actividades privadas como ganadería o extracción de madera.
“A la fuerza somos nosotros responsables de nuestro territorio. Siempre hay los medios de comunicación, las redes sociales, en la época de agosto, septiembre, octubre, señalan a los interculturales, los que queman en el monte, los que chaquean. Pero hay verdades que nadie sabe. Si nosotros estamos chaqueando, es poco, es mínimo”, sostuvo.
Por ejemplo, contó que ante la gravedad de los incendios de 2023 y 2024, su propia comunidad decidió prohibir el uso del fuego en ciertos meses, explorando alternativas como el “chaqueo sin quema”, aunque reconoció que implica más esfuerzo y costos.
El evento concluyó con intervenciones del público, donde se puso en relieve la necesidad de avanzar hacia políticas públicas más inclusivas y diferenciadas, que reconozcan la práctica de la quema en su dimensión histórica, cultural y productiva.